Vivir con Ansiedad

Una persona que asiste a terapia a nuestro centro, escribe este texto sobre cómo es convivir con ansiedad.  Nadie mejor para describir el sufrimiento que provoca.

La primera vez que sentí ansiedad en mi vida ni siquiera sabía que se llamaba así, no tenía ni idea de lo que me pasaba, no entendía absolutamente nada y pensé que me había vuelto loca. Hace aproximadamente 12 años desde el día que yo consideré el “día cero”.
Una vez vi una imagen que describía la ansiedad como una como una nube gris que te envuelve todo el pensamiento. Creo que quizás haya sido la mejor definición de ansiedad que he visto en toda mi vida porque describir lo que sientes con palabras es realmente muy difícil. Los síntomas físicos que lleva asociados la ansiedad son muy conocidos y es relativamente fácil encontrar información en internet sobre ello; pero, describir el proceso mental que se desencadena, es algo que todavía no soy capaz de hacer.
Si tuviera que definirlo de alguna manera quizás podría decir que la ansiedad es una lucha constante contra uno mismo, es una batalla diaria en la que tu mayor enemigo eres tú y tienes que conseguir que acabe el día sin haberte destruido demasiado para poder volver a empezar al día siguiente. Es agotador, a veces tienes fuerza y es más fácil doblegar esa nube confusa de pensamientos negativos, pero, la mayoría de las veces, tienes que tirar la toalla y cargarte de fuerzas para poder vencerlo al día siguiente.
La ansiedad es intentar convencerte a cada segundo, en cada decisión que tomas en la vida (y antes de hacerlo), en cada circunstancia cotidiana que te toca vivir de que sí que puedes hacerlo, puedes hacerlo todo a pesar del miedo: miedo de ser tú mismo, miedo de cambiar, miedo de hacer cosas nuevas, miedo de hacer las cosas mal, de no ser capaz, de fallar, de que se rían de ti, de no ser suficiente,  miedo a equivocarte, un miedo atroz al futuro por anticiparte a mil cosas que todavía no sabes cómo serán… un miedo que se retroalimenta y gana cada vez más fuerza y más intensidad cuando vas cediendo ante todo lo que te asusta.
Nunca puedes vencerlo todo a la vez. Hay cosas que pueden llevarte meses, otras cosas pueden llevarte años, yo todavía hay cosas a las que no he sido capaz de enfrentarme. Cada paso es un éxito. La ansiedad siempre intentará que no lo veas así y te hará creer que ese “pequeño” éxito era algo muy fácil de hacer, te ayudaron o tuviste mucha suerte, sobre todo suerte, porque las personas que tenemos trastornos de ansiedad siempre lo atribuimos casi todo a la “suerte”, cuando en el fondo nos sentimos inmensamente desafortunadas en todos los ámbitos. Cada vez que dices “no puedo” y no haces algo que te asusta alimentas el monstruo, la ansiedad siempre intentará, por todos los medios posibles, que desacredites cualquier logro porque es la única forma que tiene de subsistir.  
A nivel personal, la ansiedad me ha afectado en todos los ámbitos de mi vida. Desde las relaciones personales a mi conducta hacia la comida, mi propio físico o incluso aspectos tan “triviales” como poder conducir. Las relaciones con mi familia han sido difíciles, casi termina con mi relación de pareja y me afecta muchísimo a la hora de lidiar con mi trabajo, pero, sobre todo, me afecta para convivir conmigo misma, para ser yo misma, para hablar de mis sentimientos,  para hacer cosas que me gustaría pero que no me atrevo, para cambiar cosas que  me gustan pero que no soy capaz, para avanzar, para superarme, para poder comer sin sentirme culpable, para verme guapa, para no sentirme una fracasada en todos los ámbitos de mi vida, para tener esperanza en el futuro.

Hace casi dos años que estoy yendo a terapia psicológica, reconozco que empecé por obligación. Lo había intentado en otras ocasiones antes (siempre por obligación de mi familia) pero nunca fui a más de dos sesiones seguidas. No sé decir, sinceramente, por qué esta vez salió bien, pero si tuviera que decantarme por algo sería porque creo que esa vez había tocado fondo de verdad. Las otras veces siempre tenía la sensación de que yo sola podría con todo, que ya tenía mucha experiencia, que yo sabía cómo pararlo, pero esa vez ya no pude hacerlo y me di cuenta de que perdía el control.
A día de hoy, me alegro de haber tocado fondo aquella vez, aún a sabiendas de todo lo que sufrimos mi familia y yo, porque si no, nunca habría empezado a ponerle solución a este problema, seguiría con esa falsa sensación de poder hacerlo sola y nunca habría tenido las herramientas suficientes para poder ganar algún día la batalla.
 

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